Lo veía delante de mí, enfermizo, terco, lastimero; veía la arruga transversal que dibujaba en su frente la línea de su única pasión; observé aquella sencilla línea y comprendí que era una recta determinada por dos puntos: mi informe y su artículo; que al margen del vicio de esta recta maniática no había en su vida más que ascetismo. Y en ese momento se me ocurrió una maldad salvadora.
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Enviada por Didac hace 8 años
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