Está claro que vivir consiste en hundirse poco a poco. Los golpes que uno va encajando de manera más espectacular, los golpes más inesperados y duros que vienen —o parece que vienen— de fuera, esos que no se olvidan, esos a los que se les achaca todo y a los que nos referimos cuando hablamos con los amigos en los momentos de debilidad, esos golpes son los que, al principio, no dejan huella. Pero hay otro tipo de golpes, que vienen de dentro y que acusamos siempre demasiado tarde para poder hacer algo al respecto. Entonces se adueña irremisiblemente de nosotros la revelación de que nunca más seremos quienes éramos…
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Enviada por Gisela hace 9 años
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