—¡Lena!
Es extraño cómo reconozco la voz al instante aunque, antes de hoy, sólo la he oído una vez y durante apenas diez minutos, quince a lo sumo. Es como una alegría contenida, como si alguien se inclinara a contarte un secreto interesantísimo en mitad de la clase más aburrida del mundo. Todo se queda inmóvil. La sangre deja de fluir por mis venas. Me quedo sin aliento.
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Enviada por Cristina hace 9 años
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