Lo besé y posé mis labios en los suyos de modo que nuestras respiraciones se entremezclaron y las lágrimas de mis ojos se convirtieron en sal en su piel, y me dije a mí misma que, en algún lugar, unas diminutas partículas de él serían parte de mí, ingeridas, tragadas, vivas, perpetuas.
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Enviada por Renee hace 9 años
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