Fingió el rey de nuevo su abatimiento por no haber recordado el forzoso hábito de llamar a la puerta, pero de inmediato se asomó el sarcasmo a sus labios en la excusa que improvisó:
-Ser rey me tiene mal acostumbrado. No recordaba que la tuya era la única puerta de la Corona de Aragón a la que dabo llamar antes de entrar.
-¡Señor, por piedad! -llegó a balbucir la abadesa-. ¡Me mataréis de un susto!
-Tomaré nota. Tal vez evite muchas guerras si logro causar igual efecto entre mis enemigos…
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Enviada por Frida hace 9 años
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