Su mirada de pueblo, capaz de distinguir a primera vista árboles de arbustos, se ponía vidriosa ante la señalización del camino, las letras sin sentido del alfabeto latino arremolinándose unas con otras y las desgarradas vallas publicitarias mostrando rostros americanos con la piel a tiras, rostros sin ojos, sin boca, o sin nada aparte de la nariz. Cuando reconoció la franja diagonal de Gratiot, se levantó y , con voz resonante, gritó en inglés:
-¡Hijoputa!
No tenía idea de lo que significaba aquella palabra. Se la había oído a Surmelina, que la empleaba cuando el conductor se pasaba de la parada. Como de costumbre, surtió el efecto deseado. El conductor frenó rápidamente y los pasajeros se echaron presurosos a un lado para dejarla salir. Parecieron sorprendidos cuando les dio las gracias, sonriente.
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Enviada por Irene hace 9 años
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