He buscado las quietudes del alma en los paisajes, en las sonrisas, en las ideas. Pero ella, errabunda, no les servía de compañía, sino que revoloteaba por las cimas del mundo. ¿Cuándo descenderá su efervescencia hasta los aledaños de los no-seres cotidianos? Ojalá tuviera otra alma. ¡Un alma más terrenal!
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Enviada por Leonardo hace 9 años
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