Somos defectuosos, imperfectos y, aún así, orgullosos. Pensamos que las cosas van a ser para siempre. Que somos invencibles y que, por ello, lo que nos rodea también lo es. Y sin embargo, un buen día nos despertamos y descubrimos nuestro engaño, que el ayer duele y que el mañana ya no existe.
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Enviada por Teresa hace 9 años
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