Las personas de su generación tenían el ordenador, el correo electrónico y el teléfono para contactar al instante con sus seres queridos. Esto les había convertido en seres impacientes: no se llevaban bien con la incertidumbre ni con la espera, y cualquier pequeño retraso en la satisfacción de sus deseos se convertía en una lenta tortura.
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Enviada por Pedro hace 9 años
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