Con Trajín a mis pies, adujado y dormido, me movía adelante y atrás, ya el libro en las manos ya en la falda, ya la cabeza inclinada sobre el libro ya sobre el respaldo, un poco fuera de mí y un poco dentro, hasta que Trajín oía -o presentía- algo en la habitación vecina, y yo me levantaba para volver al tajo.
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Enviada por Anna hace 9 años
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