Él la hacía sentir humana; él la hacía sentir, y punto. Se sentía tan vibrantemente viva cuando estaba con él que era como si se hubiera pasado la vida medio dormida y al fin estuviera despertando. Pero la humanidad que le había devuelto era algo prohibido para él y Lindsay no podía permitirse el lujo de olvidarlo. Él no podía permitirse el lujo de que ella lo olvidara.
Esta cita del libro Un toque de rojo de Sylvia Day la encontrarás en Ángeles Renegados 01
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Enviada por Anna hace 9 años
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