Sus ojos eran de un tono azul muy poco frecuente. Como el intenso azul cerúleo del centro de una llama. Encajados en una piel aceitunada y enmarcada por unas pobladas pestañas oscuras, resultaban hipnotizadores. Y estaban fijos en ella como si no fueran a cansarse nunca de mirarla.
Esta cita del libro Un toque de rojo de Sylvia Day la encontrarás en Ángeles Renegados 01
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Enviada por Anna hace 9 años
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