Hay una senda para liberarse de la inquietud, una vía para hallar nuestro espacio de sosiego, para desarrollar el arte de vivir y ser; hay un camino para armonizar la mente y el corazón. Es una senda que pasa, siempre y necesariamente, por uno mismo: nadie la puede recorrer por otro. Es montaraz, sinuosa, sembrada de dificultades..., pero la única que nos puede conducir a celebrar el encuentro con lo más claro, silente y hermoso que reside en nosotros mismos. En la quietud interior hay una enseñanza reveladora que no está en la cultura, el saber libresco o la erudición. No es una enseñanza que brote del continuo hacer, sino del ser.
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Enviada por Ingrid hace 8 años
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