La sabiduría aporta equilibrio y armonía; nos permite saber cuándo injerir en el curso de los acontecimientos o cuándo abstenernos de hacerlo; procura confianza en uno mismo pero desde la humildad y no desde la arrogancia; nos previene para que no nos precipitemos en la exaltación desmedida o el insuperable abatimiento (estabilizando el ánimo); nos ayuda a encontrar nuestro propio eje y a evitar el tedio, los auto engaños y justificaciones; nos hace conscientes de nuestras limitaciones como seres humanos, sin atolondrarnos con falaces expectativas; mejora la relación con los demás y considera como lo más bello e importante la bondad y la amistad; nos enseña a navegar en el océano de la vida cotidiana y en el de nuestro universo interior; invita a una vida sencilla, sin artificios, natural y placentera, sin desear lo inalcanzable y gozando de lo que es posible alcanzar, sin preocuparse de si nos elogian o insultan, libre siempre de envidia y celos, sin afán de acumular más de lo necesario, valorando cada minuto de la vida para no despilfarrar innecesariamente el tiempo; coopera para poder discernir entre lo esencial y lo superfluo, lo real y lo banal; abre el corazón y deja que fluya libremente el néctar de la compasión, pudiendo identificarnos con el sufrimiento de otras criaturas y tratando de colaborar en su bienestar; nos ayuda a estar más autovigilantes y ocupamos mejor de nosotros mismos y de los demás; es la luz del noble arte de vivir y nos otorga un saludable dominio sobre la mente, la palabra y los actos; resuelve conflictos y discordias; previene contra el agobio y la desesperación; convierte la soledad en fecunda y valora el autoconocimiento.
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Enviada por Ingrid hace 8 años
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