Una vez las palabras emergen de nuestros labios nos hacen sus presos. Ya no hay marcha atrás. Hemos puesto en funcionamiento una energía que puede ser muy benéfica y constructiva o muy maléfica y destructiva. La palabra puede inducir a error, mentir, adul- terar, difamar, calumniar, vejar, insultar, maltratar y sembrar mucha discordia y odio. Hay que tener mucho cuidado con la palabra. Crea tensión o distensión, desazón o sosiego, alegría o dolor. Deberíamos ser sumamente cuidadosos al hablar y hacerlo con más conciencia y precisión. La palabra puede ser suave, amistosa, tierna, consoladora, pero también áspera, hostil, acre y desasosegante. El control sobre la lengua es necesario y viene dado en la medida en que hay mayor control sobre la mente. La palabra también se puede poner al servicio de la manipulación, la explotación, el engaño y la calumnia. Muchas vidas han sido malogradas o arruinadas por palabras insensatas o malévolas. Como señala el Dhammapada, «fácil es la vida de un sinvergüenza que, con la osadía de un cuervo, es calumniador, impertinente, arrogante e impuro».
0
Enviada por Ingrid hace 8 años
No se ha encontrado imágenes sobre esta frase de Ramiro A. Calle.