Su rostro era una máscara agradable que no expresaba nada, uno de esos rostros que nadie mira mucho tiempo. La mujer del cristal era todo lo que ella se había jurado no llegar a ser sin duda, no era la persona en la que Eleanor la Aventurera había deseado convertirse. A veces pensaba en su álter ego de la infancia, esa niña de mirada salvaje y curiosa, cabello rebelde y poderoso espíritu aventurero. Que no había desaparecido en su interior, sino que se había transformado en perla y le había alejado rodando. Que aguardaba en algún lugar a que las hadas la encontraran y el bosque le devolviera la vida.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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