La cuestión, sin embargo, no es lo que tú quieras, sino lo que va a ocurrir. ¡Uno no elije! Tú no eliges tu destino, del mismo modo que tampoco eliges a tus padres o a ti mismo: tu fuerza física, tu carácter, el color de tus ojos o las circunvoluciones de tu cerebro.Todo el mundo lo sabe. Tampoco eliges a tu esposa ni a tu amante ni a a tus hijos. Los consigues, los tienes y posiblemente los pierdes. ¡Pero no los eliges!
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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