Qué poco se conoce uno a sí mismo: siempre he creído, al menos hasta ahora, que yo era una persona honesta y franca. Dentro de un límite, claro, tampoco voy por ahí abordando a mis amigos y diciéndoles qué pienso de ellos. En cualquier caso, siempre he dado por supuesto que la honradez y cierto amor desinteresado por la verdad eran dos de mis rasgos más característicos. Y ahora me encuentro en una situación que hace de la falsedad, la astucia y las mentiras una necesidad casi diaria, y para mi sorpresa me doy cuenta de que también tengo aptitudes en este terreno.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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