No encuentro una manera simple y fiel de escribir. Cambio de tinta, de papel, de color de papel. Escribo llorando. Escribo riendo. Escribo contra el frío y el miedo. En vano: algo me acecha. Alguien me expulsa de mí. Ya no tengo nada que decir. Ni siquiera quejarme de ello. El silencio destruyó lo que se había propuesto: quedan algunos poemas como huesos de muerto. Poemas que no entiendo, que labro y modifico en mis noches de miedo. Se ha perdido el significado de la palabra más obvia. Y aún me apresuro, aún caigo con urgencia en mis estados mentales de negación y asombro… “que no desembocan”. Una levísima presión, un invisible roce en lo que te es hostil y ya no escribirás más. Estamos a pocos pasos de una eternidad de silencio.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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