La sombra de mi cuerpo iba siempre adelante, larga, muy larga, tan larga como un fantasma, muy pegada al suelo, siguiendo el terreno, ora tirando recta por el camino, ora subiéndose a la tapia del cementerio, como queriendo asomarse… Miré para el firmamento; no había una sola nube en todo su redor. La sombra había de acompañarme, paso a paso, hasta llegar… Quería poner tierra entre mi sombra y yo, entre mi nombre y mi recuerdo y yo, entre mis cueros y mí mismo, este mí mismo del que, de quitarle la sombra y el recuerdo, los nombres y los cueros, tan poco quedaría…
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Enviada por Esther hace 9 años
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