Las estanterías en que descansaban, bien podrían haberse hundido por el peso, si no fuera porque habían sido un regalo de los enanos, fabricadas con la mejor madera y seguramente reforzadas con algunos hechizos de duende. El mago abrió los ojos de pronto, alzó la cabeza y dio tal puñetazo a la mesa, que algunos papeles salieron volando.
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Enviada por David hace 8 años
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