La maldad es esclarecedora. Llegado el momento, dado el primer impulso, somos señores de nuestra maldad. Lo que se nos ha ocultado, de pronto, en ese momento preciso, se hace visible. Lo cierto es que no necesitamos excusas para ejecutar nuestra maldad. Somos abyectos porque sí, la maldad es como una piel que recubre nuestras entrañas más execrables y sin la cual no podríamos existir.
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Enviada por David hace 8 años
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