Mientras avanzaba, rebuscó en los bolsillos los restos de algún mendrugo, en un gesto vano, por lo repetido. Su estómago protestó. Durante el año que llevaba en Brooklyn, sus ahorros le habían permitido soslayar las colas de la beneficencia, pero la crisis los había ido devorando del mismo modo en que su cuerpo había consumido hasta las últimas onzas de grasa.
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Enviada por David hace 8 años
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