Tomé conciencia de lo fugaz que era el sentimiento de felicidad, de cuán endebles son sus bases: un restaurante cálido después de la lluvia, olor a comida y vino, conversación interesante, la tenue luz del día en la lustrada madera de cerezo de las mesas. Mover el ánimo de un estado a otro costaba tan poco esfuerzo como mover piezas en un tablero de ajedrez.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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