Empezó entonces entre el archidiácono y el médico uno de esos prólogos congratulatorios que precedían en aquella época, según era costumbre, toda conversación entre sabios, lo que no les impedía detestarse lo más cordialmente del mundo. Por lo demás, sucede lo mismo hoy día y toda boca de sabio que cumplimenta a otro sabio es un vaso de hiel enmelada.
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Enviada por Ingrid hace 8 años
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