A veces se tenían dos caminos a elegir, dos pasos abiertos, y se sabía que uno era el adecuado, el que no daría ningún problema, el camino de la tranquilidad y la certeza, mientras que el otro sólo conduciría a la indefensión y a lo desconocido. Se podía advertir de antemano cómo era cada uno de ellos: uno propicio y el otro no. Y no obstante, olvidándose de ese conocimiento, de esa información, había quien se empeñaba en alcanzar la meta que menos le convenía. A ella se lanzaba. Dirigiéndose de manera consciente hacia el destino menos favorable, que lo era no por la llegada en sí misma ni por lo que pudiera haber al otro lado, sino por el trayecto que habría de recorrerse de forma ineludible. Y ahí estaba ella. En ese trayecto repleto de ramas que se interponían ante sus pies y de animales que arañaban el suelo
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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