El haz de la linterna y la cámara recorren el techo y el suelo en armonía aproximada, infiltrándose en habitaciones pequeñas, nichos o espacios que recuerdan a armarios, aunque dentro no hay camisas colgadas. Pese a todo, no importa lo mucho que Navidson avance por este pasillo en concreto: la luz de su linterna nunca se acerca ni siquiera a tocar el punto y final que prometen las líneas de perspectiva convergentes, sino que se limita a deslizarse más y más y más allá, revelando un espacio tras otro, un flujo constante de rincones y paredes, todas ellas ilegibles y completamente lisas.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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