Esta es una de las reglas básicas de Kabbalah: si recibes algo en este mundo, estas en condición de compartir. Y no estas en una condición de la que se ocupen los filósofos, es una disposición que esta en la naturaleza, en el mismo ADN del Universo. Este deseo de compartir es exactamente lo que le sucedió a la Vasija. Dijo: “Estoy recibiendo, recibiendo y recibiendo, pero no estoy dando nada a cambio. Esto me incomoda. Yo también quiero compartir. Déjame darte algo a cambio, Luz”. Pero entonces se presentaba un problema: la Luz, tal como recuerdas, solo comparte; no tiene capacidad de recibir. Por lo que la Luz contesto a la Vasija : “No puedo recibir nada de ti”. “Pero de ninguna manera voy a seguir recibiendo sin compartir” replico la Vasija. Y de esta manera, de un callejón sin salida, surgió nuestro mundo. Dado que la única intención del Creador era complacer a la Vasija, el Creador retiro la Luz. En la Kabbalah, decimos que se restringió a si misma. Se restringió hasta ser un único punto finito. Y en aquel momento se creo la oscuridad absoluta que la Vasija no pudo soportar. Entonces, la Luz regreso con toda su fuerza. Pero la Vasija no estaba lista, no había transformado su naturaleza, por lo cual en ese instante, perdió la plenitud original y se hizo pedazos, explotando en un numero infinito de fragmentos y creando de esta manera todas las almas de la humanidad, así como también el tiempo, el espacio, el movimiento y el universo físico tal como lo conocemos hoy.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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