No podíamos saberlo, qué íbamos a saber. Y, menos, nosotros, tú y yo. Yo tan solo pensaba en ti, en tus manos y en tu voz, en tus caricias entre dos luces que me erizaban la piel somnolienta hasta despertar cada poro a tu mañana. Todo lo demás, ¡qué poco me importaba! La juventud es egoísta, inmediata, impaciente, cada siglo un poco más, y a mí, entonces, ya solo me importaba volver a tenerte. Hasta en mis sueños te deseaba. Elisa.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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