Silos. Va adensándose un hondo crepúsculo. Deambulo por la iglesia desierta, por una portezuela penetro, súbitamente, en el claustro. Una suave iluminación convierte en blanca, en celestial, su galería, cada capitel y cada estatua. En el abierto rectángulo central, el cielo todavía brillante y claro, y, enhiesto, robusto, como una vigorosa deidad, el gran ciprés de Silos. Rebosante de pájaros, que pían y rebullen preparándose el acomodo nocturno y vistiendo así alegremente, íntimamente, invisiblemente, el encantado silencio.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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