Esta Roma, estas antigüedades, no sólo son válidas como subsistencias artísticas o urbanísticas, sino porque también contienen un código emocional determinante para acercarnos al ayer, otra vida de la muerte. Nos absorben tanto por la imaginación que exhalan como por su testimonialismo. No nos importa la arquitectura, sino la textura, la seducción. En Roma se ha conseguido un milagro: que contenga y ofrezca a cualquier visitante no sólo lo existente, sino además el perfume de los otoños de todos los siglos.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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