El horizonte y sobre una elevada colina, el perfil de San Gimignano resulta detonante: un espejismo de Nueva York, los rascacileos contra el cielo despejado. Pero aquí se trata del cielo de la Toscana más honda, dorada la luz, sus acusadas y suaves lomas de vellosos viñedos en sano verdor, las erguidas figuraciones de relucientes cipreses casi negros junto a una casa antigua, breve y elegante galería en la fachada color siena. Lo increíble de San Gimignano reside en que su restallante y absurda modernidad le viene de su intrépido medievalismo: no está hoy evidentemente como en los siglos XIII y XIV, enardecida en su sangre, pero constituye lo que queda de aquello, un recio reducto amurallado. la oscura piedra sin una mella, y las altas torres.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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