Si consigues contemplar el mundo, o cualquier mundo, con ojos nuevos, el corazón vuelve a latir anheloso, aunque sea un viejo corazón de jabalí hirsuto. Así son también los días del amor, tan ansiosos. Y así es como resucitan los muertos.
No todos los muertos, por supuesto, sólo algunos. Y jamás aquellos que en vida pasaron como una sombra de la vida, eternizada miseria, sino los que antes de morir se incrustaron dentro de alguien, y allí, sugestivos, pugnan y sobreviven en infiltración porque las pasiones ocultas, al aflorar de nuevo, dictan que su ciclo, su tejido de conexión planetario, aún no ha periclitado.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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