Berta Barca caminaba airosa, envuelta en su ampuloso tres cuartos de visón por la acera del Turó Park. Mañana de febrero soleada, Barcelona sometida a la atmósfera fría y clara del tiempo del norte. El vestido de Berta Barca era negro, muy ceñido, el escote cuadrado. Sus abultados pechos, la esponjada mata de pelo. A Berta Barca le gustaba sentir el sutil arañazo del frescor y arrebujarse entonces en la cálida suavidad de la blanca piel.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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