A partir de ese momento me esforcé por convencerme de que el mundo deseaba mi existencia, incluyendo en el mundo a la humanidad entera, pasada y por venir. Mi padre y mi madre se identificaban con sus personalidades adquiridas, influencias familiares, sociales y culturales. Sus ideas locas (heredadas de padres y ancestros) les provocaban sentimientos negativos, deseos insanos y necesidades inútiles... Creían no haberme deseado, no haberme amado. Más que como un feto me vieron como un tumor. Protegido por la placenta, recibí el ataque de anticuerpos que querían asesinarme... Pero la vida que se me había otorgado resistió estos embates. Algo misterioso, profundo, inmenso, desde el comienzo de los tiempos había decidido que yo existiera. Porque deseaban mi presencia en el mundo, todas las fuerzas del universo se confabularon para que naciera. Cada ser viviente es un triunfo del deseo cósmico.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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