Me dio la impresión de que los cambios del edificio me transmitían una especie de mensaje. Algo se había esfumado. Sabía que Charlotte y Gjurdhi no se habían esfumado: estarían en alguna parte, vivos o muertos. Pero para mí era como si se hubiesen desvanecido. Y por aquel hecho--no realmente porque los hubiera perdido--, me invadió una congoja más angustiosa que las punzadas de remordimiento que había experimentado el año anterior. Había perdido el norte. Tenía que volver a la librería para que se marchase la dependienta, pero me sentía como si pudiera tomar cualquier otra direccón, ir a cualquier otro sitio. Mmis puntos de referencia se encontraban en peligro; nada más. A veces nos ocurre, que parecen deshacerse, casi desaparecer. Calles y paisajes se niegan a reconocernos, nos falta el aire. Entonces, ¿no sería mejor tener un destino al que someterse, algo que nos reclamase, cualquier cosa, en lugar de unas posibilidades tan tenues, unos días tan arbritrarios?
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Enviada por Tomás hace 8 años
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