Cuando parece que un fado se muere, aún guarda una nota secreta en sus pliegues y la deja escapar lánguida como el olor de las flores de los tilos al anochecer. María Luces escucha la canción a pesar de las ventanas y de la televisión. El fado se enreda en las sábanas de las terrazas y en las rejas de los balcones y en toda la ropa tendida y se empapa del aroma limpio de jabón. Así suena a veces la calle del barrio de Graça en la que vive María Luces, hasta que bajo las farolas se extiende un silencio de gente enamorada, de vino en jarra de barro, de suspiros mudos. Después de la última nota todo se calla, y las luces son testigos del silencio y nadie pasa ya por la calle, salvo el camión de la basura. María se duerme. Es entonces cuando, algunas noches, ocurre el milagro.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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