El ventanillo se abría al cielo oscuro de la noche.
La lámpara encendida hacía más alto y más inmóvil a Román, sólo respirando en su música. Y a mi llegaban en oleadas, primero, ingenuos recuerdos, sueños, luchas, mi propio presente vacilante, y luego, agudas alegrías, tristezas, desesperación, una crispación importante de la vida y un anegarse en la nada. Mi propia muerte, el sentimiento de mi desesperación total hecha belleza, angustiosa armonía sin luz.
Y de pronto un silencio enorme y luego la voz de Román.
- A ti se te podría hipnotizar... ¿Qué te dice la música?
Inmediatamente se me cerraban las mano y el alma.
- Nada, no sé, sólo me gusta...
- No es verdad. Dime lo que te dice. Lo que te dice al final.
- Nada.
Me miraba, defraudado, un momento. Luego, mientras guardaba el violín:
-No es verdad.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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