Por la noche estaba en la cama con mi esposo. Me desabrochó el vestido blanco y se quitó la camisa. No me forzó. Me acarició profundamente. Su corazón sobre mi corazón tenía el color de la arena, el color de la miel, el color del día. Era blanco como las noches, las noches de amor al terminar el simple y cotidiano día, como la espuma blanca del agua. Era grato y tierno, como el agua que baña el cuerpo purificado. Brillante como la corladura. Radiante bajo el fulgor del alba.
Fue en la penumbra. Se me acercó. Sentí su alma. Mi cuerpo,ligero, se elevó poco a poco por encima del mundo. Volé, me paré y floté. Me dijo:«Abre los ojos». Y los abrí. Me dijo: «Mírame». Y lo miré. me dijo: «Raquel, te quiero para siempre».
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Enviada por Tomás hace 8 años
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