Guardé otras imágenes de esa jornada: por ejemplo, el rostro de Pérez cuando, por última vez, nos alcanzó cerca del pueblo. Gruesas lágrimas de nerviosismo y dolor corrían por sus mejillas, pero las arrugas las retenían, se estancaban, se reunían y formaban un barniz de agua en aquel rostro destruido.
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Enviada por Olga hace 8 años
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