Hay cosas que no se hacen a cierta edad y en ciertas épocas. Una mujer cuarentona en estado de buena esperanza corría entonces el peligro de recibir miradas insolentes o de soportar algún comentario chistoso al pasear con su marido por la calle. Después de tantos años de casados, no habían sabido ordenar las pasiones y establecer las fronteras que distinguen el amor y el vicio. Los ojos vigilan el curso de los acontecimientos dictados por las costumbres con más insistencia que el azar y la vida.
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Enviada por Olga hace 8 años
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