¡Ése es el maldito romanticismo de todos esos corazones puros! ¡Oh, la vileza, oh, la estupidez, oh, la insensibilidad de estas abominables almas sentimentales! (…)
'¡Y qué pocas palabras, qué pocas fueron necesarias! – pensaba yo de paso -. ¡Qué pocos cuadros idílicos necesité (y por añadidura artificiales, librescos, inventados) para alterar en un tris toda un alma humana de acuerdo con mi voluntad!'
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Enviada por Tomás hace 8 años
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