Sentada en el columpio, deslizo las manos por las cadenas, recordando cómo era de pequeña, cuando el mundo no me parecía un lugar tan agobiante. Me columpiaba con todas mis fuerzas. Me echaba hacia atrás y buscaba el cielo azul con los pies, y entonces me sentía capaz de cualquier cosa, de llegar a donde quisiera.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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