El obispo es un hombre mayor, artificial y frágil; de gestos ampulosos y breves a la vez. Me produjo la impresión que me han producido siempre los sacerdotes de su religión: hablaba como montado a dos caballos: el tono iba por un lado, y el contenido iba por otro; podía decir las mayores atrocidades con una entonación meliflua y conmiserativa.
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Enviada por Elena hace 9 años
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