Queremos, al igual que Pygmalion, transformar a la persona según la imagen que tenemos de ella. Nuestra impresión de que el otro es ‘arrogante’ suelta por nuestra parte señales de enemistad que precisamente robustecen en el otro aquella inseguridad que había emitido en un principio las señales de ‘arrogancia’. Pero con ello se robustece nuestra impresión ‘negativa’ que de nuevo fortalece nuestras señales negativas del plano de relación, etc., etc. (Efecto Pygmalion)
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Enviada por Oscar hace 9 años
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