Quizá llega un momento en que todo se resquebraja y luego, poco a poco, se rompe: mi abuela riéndose en el garaje; la lluvia dentro de tu habitación; un objeto que creías perdido y que retorna.
Y, al final, también tú te conviertes en algo distinto, aunque de algún modo más exacto. Ya no eres el pensamiento constante que duele, sino el hecho inesperado que nos sorprende y libera.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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