Cuando estamos resentidos nos concentramos en lo que no nos han dado, perdemos la oportunidad de dar y recibir. Al negarnos a perdonar, continuamos viviendo en el pasado. El amor se vuelve y, en consecuencia, rompemos el flujo natural de lo que damos y recibimos. Aunque usted adopte esa actitud para castigar a otros, se estará castigando a sí mismo.
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Enviada por Tomás hace 8 años
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