De pie sobre la tierra desnuda, bañada mi frente por el aire leve y erguido hacia el espacio infinito, todo mezquino egoísmo se diluye. Me convierto en un globo ocular transparente; nada soy: veo todo.
En el paisaje tranquilo y, especialmente, en la lejana linea del horizonte, el hombre contempla algo tan hermoso como su propia naturaleza.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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