Al cuerpo y a la mente viciados por una tarea o trabajo o una compañía perniciosas, la naturaleza los cura y les devuelve su temple. El comerciante o el letrado que se aparta del estrépito y el tumulto de las calles y mira el cielo y los bosques, vuelve a ser un hombre. En su calma eterna, se reencuentra consigo mismo.
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Enviada por Rebeca hace 8 años
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