La mejor broma de Dios, en lo que le concernía, era que no existía. Simplemente, que no existía. Ni Dios ni el diablo. Porque si existiera el diablo, existiría también Dios. Todo lo que existía era el recuerdo de una estupidez sólida y repugnante, y ahora un formidable pugilato. Primero un asunto para la lata de basura y luego una farsa. Pero, en el fondo, acaso fuese eso el diablo: el espíritu de las latas de basura. ¿Y Dios? Dios, en este caso, sería la ausencia de latas de basura.
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Enviada por Olga hace 8 años
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